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El latido colectivo del bazar de la confianza

AGO 212025

El latido colectivo del bazar de la confianza



CONFIAR

Qué difícil resulta atrapar en palabras lo que se vive en el Bazar de la Confianza, porque este ritual de rituales no solamente se mide en cifras, sino en agrías compartidas, en encuentros inesperados, en la sensación de pertenecer a algo grande. 

Este año, más de 23.500 personas se reunieron con un mismo propósito: detenerse para pensar en lo que importa, en cómo vivimos y consumimos, en la posibilidad real de otra economía distinta a la del sistema hegemónico. Cerca de 280 propuestas provenientes de 36 municipios de Colombia, 130 actividades, siete espacios temáticos, una tarima central y toda la plataforma solidaria de Confiar dieron vida a un universo de experiencias, productos, sabores y alternativas para disfrutar del ocio de manera constructiva y celebrar que somos cooperativistas. 

Historias que florecen en el Bazar 

Están quienes llegan por primera vez, con nervios y expectativas, trayendo consigo sabores, colores y propuestas únicas. Lo que más resaltan es la acogida del público, la complicidad entre vecinos de stand, la organización previa y el apoyo logístico que hace posible la experiencia. A pesar de los contratiempos, queda siempre la satisfacción de hacer parte de un gran evento.

También están quienes, después de visitar el Bazar en varias ocasiones y sentir afinidad con su espíritu, deciden dar el paso de participar con sus creaciones. Allí encuentran eco y acogida, porque el Bazar invita justamente a detenerse en lo pequeño, en lo artesanal, en lo que tiene alma.

El Bazar que crece con las familias 

También están quienes llevan el Bazar tatuado en la piel. Lo viven con música, con recuerdos de infancia y con el asombro de ver cómo ha crecido y se ha consolidado con los años.

Hay quienes lo han recorrido desde pequeños junto a sus familias, viendo cómo los sueños productivos se transforman y crecen generación tras generación.

Y están aquellos que, desde los primeros encuentros, apostaron por sus proyectos aun cuando los resultados no eran inmediatos, pero que con constancia y energía lograron consolidarlos, expandirlos y hoy los comparten con hijos y nietos.

Un universo para todos los sentidos 

  • El arte atravesaba cada rincón: comparsas, circo, teatro, música, performance. No era espectáculo: era latido colectivo. En Café Arte, las preguntas y reflexiones brotaban entre filosofía, literatura, cine y periodismo, invitando a abrir perspectivas desde el pensamiento crítico. 
  • En Confiar en la juventud, las conversaciones giraban en torno a lo que atraviesa a los y las jóvenes: salud mental, estética, deporte, arte urbano, apuestas sociales y culturales. En Redes solidarias se tejía paz y memoria; lo local, lo nacional y lo ancestral vibraban en conjunto. 
  • El Mercado solidario recordaba que el intercambio no es solo económico: también es ético, afectivo y cultural. Allí se vislumbraba otra forma de producir y consumir, donde la vida desplaza al lucro. En Ecología de lo cotidiano, se reafirmaba que el cuidado de la vida está en los gestos más simples: separar residuos, sembrar en casa, reciclar, cultivar y fomentar el amor por lo local y orgánico, entre otros aspectos. 
  • Los Sabores de confianza fueron un viaje sensorial: evocaban a la abuela, al barrio, a la calle, pero también sorprendían con innovaciones que cruzan fronteras. 
  • Finalmente, la tarima central nos sorprendió con la obra Hechizerías de Matacandelas; el ensamble de la Orquesta Sinfónica de La Ceja del Tambo y la agrupación Folclórica Guateque; la selección musical de don Alirio; los ritmos de Gaitas de Trinar de la Montaña y la energía de Son de la Nubia. Eso, sin contar las presentaciones artísticas de las tarimas de Confiar en la Juventud, Artes Vivas y Redes Solidarias. 

Oswaldo León Gómez, gerente corporativo de Confiar, resalta que “Sí, fue tiempo para detenernos, para reconocer el inmenso valor cooperativo y popular de Confiar, para radicalizar la esperanza y no claudicar en la construcción de otro mundo posible”, a la vez que destacó la asistencia generosa de la gente de Confiar y la presencia abrazadora de las delegaciones de las agencias del Oriente, Suroeste y Dabeiba, así como la sobresaliente compañía de delegación del Cabildo de Toribio, Cauca 

El ritmo del Bazar 

Con tantas alternativas y solo un día para recorrer este universo de color, música, arte, naturaleza, cultura, gastronomía y productos hechos en redes y con amor, elegir no era sencillo. Pero el Bazar enseña otra forma de habitar el tiempo: ir sin pausa y sin prisa, como en la bicicleta, en un ritmo que permita sentir y vivir lo que ocurre alrededor mientras se disfruta el viaje. 

El Bazar deja huellas, recuerdos y certezas para atesorar. No es solo un evento: es un ritual de ciudad, un espacio de confianza, un latido colectivo que nos recuerda que otra economía, otro ritmo y otra forma de vivir sí son posibles. 

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