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Cuando la solidaridad tambalea y el miedo corona la ignorancia

ABR04

Cuando la solidaridad tambalea y el miedo corona la ignorancia



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El médico Cristian Botache fue discriminado, bloqueado y expulsado de su apartamento recién arrendado en la ciudad de Cali. No ha de extrañarse que esos mismos que le expulsan de su aparente muralla protectora, son los mismos que a las ocho de la noche entonan el himno de Colombia, se ponen el corazón en la mano, vitorean al personal de la salud, “los héroes” mundiales que día a día, deben encarar ese desconocido invasor que ya carcome el corazón humano. Esta escena es apenas una de tantas, cuyo decorado se transforma a medida que avanzan las cifras.

Cuando apenas el Cononavirus era un dato inofensivo, tener al médico cerca era una seguridad, los “héroes” sí, ahí estaban ellos para ir lanza en ristre e impedir la llegada de tan inhóspito huésped. En ellos confiaban y se hicieron a la ilusoria idea de que el tiempo de ventaja sobre el dominó arrastrando países lejanos se detendría en nuestra frontera. No era así, no fue así, nunca se dijo que así sería. Lo inevitable derrumbó el castillo de naipes.

El confinamiento transforma la coraza que nos sostiene y revela -en estas condiciones inéditas-, lo mejor o lo peor de nuestras almas. España e Italia, que centraron el ojo informativo por la vertiginosa expansión que derivó en una tragedia de la que se volvieron espectadores obligados, reúnen ya un cúmulo de historias, que ejemplifican lo dulce y lo amargo, lo noble y lo ruin, lo heroico y lo cobarde, lo ético y lo inmoral, lo correcto y lo político, pero en especial lo humano, lo demasiadamente humano.

Ahora, cuando el millón pone seis ceros a la desgracia mundial y el mil en Colombia, advierte que la noche “una” llega para corroborarnos que no estábamos en un relato de las mil y una noche, sino en una realidad de cuarentena; salimos de la fantasía y lo blanco empezó a ponerse negro, o eso es lo que leo cuando veo que el taxista se niega a llevar al de la bata blanca,  y cuando el pasajero  se aleja de la enfermera uniformada y en  la portería del edificio se  le niega la entrada al reciente inquilino, el médico que viene a buscar unas escasas horas de reposo tras la batalla desigual de cada día en la clínica, donde, en algún momento, irónicamente, habrá de ir uno de aquellos que hoy lo rechazan y le evitan.

El ser humano ha puesto especiales dimensiones del ser que determinan sus actos individuales o colectivos, el amor con todo lo que pone y quita a nuestra humanidad, puede ser el más universal de los afectos, pero en la órbita de los sentimientos es preciso invocar tres expresiones que defienden la fe que aún podemos mantener sobre el hombre mismo: la tolerancia porque nos pone en la condición del otro, la gratitud porque nada- ni siquiera una pandemia- ha de borrar la huella de generosidad o la entrega que recibimos del otro y la solidaridad porque es la piedra angular sobre la cual se ha construido en conjunto el bien-estar colectivo por encima de la competencia individual. Tolerancia, gratitud y solidaridad deben extenderse hoy sobre la comunidad integrante de los servicios de salud, y contraponerse a la actitud ofensiva y a la superstición – la misma que puso a arder a miles de inocentes en la hoguera- de quienes nutridos por la ignorancia confunden la mano sanadora con el verdugo.

Lamentables equivocaciones como estas actitudes de rechazo al personal médico desnudan nuestra naturaleza más inhumana, y llevan a la memoria dolorosa relatada por los cronistas de las pestes en Europa, Giovanni Bocaccio entre ellos,  quien  asombrado por los comportamientos ante la peste del año 1348, escribió: “con tanto espanto había entrado esta tribulación en el pecho de los hombres y de las mujeres, que un hermano abandonaba al otro y el tío al sobrino y la hermana al hermano, y muchas veces la mujer a su marido, y lo que mayor cosa es y casi increíble, los padres y las madres a los hijos, como si no fuesen suyos.”  Ahora son los médicos el blanco de esta desconfianza ¿Quiénes serán después? ¿Qué ocurrirá cuando se enteren que el vecino al lado arde de fiebre? ¿Qué comportamientos nos tocará ver cuando la solidaridad tambalee y el miedo corone la ignorancia?

Marco Mejía

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